La media naranja
Cuando alguien tiene o busca su pareja ideal, se refiere a ella como su media naranja. ¿Por qué? ¿por qué no la media manzana o el medio pepino?
La expresión aparece por primera vez en El banquete, de Platón.
En esta obra se narra un banquete organizado por el poeta trágico Agatón. Al finalizar la comida y para hacer más amena la fiesta, uno de los comensales propone a los invitados que cada uno improvise un encendido elogio a Eros. Cuando le toca el turno a Aristófanes, relata un mito según el cual hubo un tiempo en que en la raza humana era casi perfecta. La Tierra se encontraba habitada por personas esféricas como naranjas, con dos caras opuestas sobre una misma cabeza, cuatro brazos y cuatro piernas que utilizaban para desplazarse rodando.
Cuenta también que entonces existían tres sexos: compuesto de hombre + hombre, de mujer + mujer y de hombre + mujer (andrógino).
Su vanidad les llevó a enfrentarse a los dioses creyéndose semejantes a ellos. Zeus los castigó partiéndolos por la mitad con su rayo y mandó a Hermes que a cada uno le atara la carne sobrante en torno al ombligo. Ya repuestos, los seres andaban tristes buscando siempre a su otra mitad, y si alguna vez llegaban a encontrarse con ella, se enlazaban con sus brazos hasta dejarse morir de inanición.
Zeus, compadecido, ordenó a Hermes que les girase la cara hacia el mismo lado donde tenían el sexo: de este modo, cada vez que uno de estos seres encontrara a su otra mitad, de esa unión pudiera obtener placer. Y descendencia si la unión era andrógina.
Desde entonces —concluía el relato— los seres humanos nos vemos condenados a buscar entre nuestros semejantes a nuestra media naranja con la que unirnos en abrazos que nos hagan más completos.
Fuente: 1de3.com